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21.12.2018

En: Sensibilidad dental

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CUIDADO CON EL FRÍO

No es nuevo que nos duelan los dientes cuando ingerimos alimentos muy fríos o muy calientes. La sensación es muy característica: algo similar a un calambre o un dolor agudo, que no tarda mucho tiempo en calmarse, pero que resulta muy molesto. Esto se produce por una sensibilidad extrema de la pulpa, que está en el centro del diente. De ella salen miles de conducciones nerviosas que atraviesan la dentina y llegan hasta el esmalte.

Esta zona del diente es insensible, ya que carece de conexiones nerviosas. De hecho, lo que duele, no es el esmalte, sino la “dentina”, que transmite el estímulo a la pulpa dental y genera la reacción dolorosa.

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Ésta es una sensación que se produce a partir de la niñez avanzada o la adolescencia, especialmente si se utilizan técnicas incorrectas de cepillado. Cuando el cuello del diente se desgasta, queda al descubierto la parte más sensible de la pieza, y al contacto con alimentos en temperaturas muy extremas se produce esta reacción tan incómoda. Otra de las posibles causas es el padecimiento del bruxismo, lo que comúnmente se conoce como el rechinar de los dientes.

Dado que es inevitable que, por el uso, las piezas dentales se desgasten, será el dentista a quien haya que acudir en revisión una vez al año, quien aconseje cuál es el mejor método para ralentizar este proceso. El truco está en corregir los hábitos insanos y cambiar de cepillo de dientes cada dos meses.

Sin embargo, todo ayuda. En la alimentación, por ejemplo, comer frutas como la manzana favorece el mantener una boca sana y las encías en un estado correcto. Así, manteniendo una serie de sencillos hábitos se evitarán problemas mayores.

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